una maldición hecha trizas por una palabra mal dicha,
un libro mudo en el estante.
no hay lugares en los que mande la tregua.
nuestro centro se traslada como un campamento
habita el miedo en él.
la desaparición.
se encuentra en riesgo de reverencia
a causa del honor inmerecido.
un despecho ártico nubla el orgullo
y esta se suicida en silencio,
secándose su tinta.
a lo que no queremos ver en nosotros
lo marchito del pasado que no está enterrado
porque ni siquiera está muerto.
desde aquí tendemos la memoria como un puente
éste se derrumba sobre nuestra infancia
destruyendo más aún una imagen nublada por el tiempo.
sólo porque alzaste la mano hasta dar la luz.
las sombras huyeron a sus antiguos refugios
y tu respiras tranquilo mientras te levantas.
fuera está la mañana esperando
te apresuras a continuar.
pero no sabes que esos refugios
se encuentran entre las dobleces de tu alma
y salen contigo a la calle.
mientras el fango trepa hasta tus hombros.
comienza el frío que te hace dudar
en tu empeño por ser un ciego tonto
que espera que le saquen de su propia vergüenza.
en su vaso quieto, como un hada verde
cansada de volar.
espera ser llamada por algún incauto
y poseer su mirada para enseñarle
los rincones ocultos en lo sobrio,
los colores plegados tras lo aparente,
el movimiento contenido en los objetos parados
ante sus ojos.
el calor que desprende su propio cuerpo
y que fue largo tiempo ignorado.
los paisajes que habitan tras las paredes del local,
las mujeres que viven dentro de esos cuerpos
que giran y cimbrean por dinero.
los pasos que se caminan ahí subido,
en la banqueta vieja,
erguida en una suciedad de colillas y basura
en la que se hunde con su ocupante.
allí espera dentro del vaso el hada verde y aburrida.
quizá se duerma ya y no la veas.
en los aledaños andan la culpa y su pereza, animal insigne.
allá en esa esquina nos esperan para atracarnos.
alberga la inestimable ayuda
aquella que te librará del daño de caer.
el bolsillo te librará de acariciar,
de señalar una dirección correcta.
el bolsillo puede estar vacío con tu mano dentro.
se encuentra ausente en la mirada.
ante el espejo, la máscara presente,
el pasado y sus errores, cicatrices, arrugas.
albergan la alegría de algo que brilla
diminuto testigo de una mirada
más decidida.
la taza quieta en su temblor.
goteando el platillo,
mojando el azucarillo de reserva.
danzar alrededor es motivo de condena
y allí saltamos, incrédulos.
la piedra no proclama sentencias.
máquina prodigiosa que no reúne.
rebosa de aquello que no soporta,
se cansó y protesta.
hay algo dentro de él que no le permite funcionar,
angustia que trunca el remolino
que agonía verlo desbordarse.
quién parará de verter a borbotones.
obsesiones lúcidas de insensato pudor
diálogos hermanados con un perfume a ahorcado.
quién sabe si los brotes son pétalos o navajas.
nuestros huesos quiebran de pensamiento
caen feroces en su debilidad, la nuestra.
entrever lo metódico nos hace miserables.
perdonémonos, amemos resbalando por una ladera de descontrol
de la incertidumbre seca en nuestra garganta.
eso es la vida, no el antepuesto yugo.
con ganas suficientes la encrucijada se incomoda.
obvia el debe,
obvia el tengo.
avanza en la plena maleza de tu miedo, que no será peor.
o al menos, eso es lo que esperamos.
la misma memoria tan deseada.
en ese mismo espacio habita la confusa circunstancia
creada por una excusa.
el inmediato olvido aniquila el burdo anhelo
y lejos dialogan el tiempo perdido y la pereza.
el margen del dibujo es un grito
que emerge del papel.
en sueños busca encontrarse liberada
de un párpado carcelero.
y en la mañana, el tímido despertar
deja salir a la nueva curiosidad.
para que no te caiga encima
es la puerta que conduce
a ese asomo de suicidio
que es estar vivo
mientras la ciudad se derrama sobre tí.
la que provoca el aroma de lo perdido.
lo viejo va desapareciendo.
eso eres boca arriba en la mesa de ofrendas.
la mentira del vino te trajo
el láudano en tu bebida hizo el resto.
ahora, sometido, buscas la piedad con tus pupilas.
la mención a ese concreto lugar
donde una esquina es más que dos opiniones que se cruzan
y así convergen en esa duda,
en ese ángulo que te enloquece.
en un momento, el diablo redactó la factura
pero ahí no había donde firmar.
el artrópodo se despliega en despedida
y yo aliviado le extraño al minuto.
¿quién me retará ahora
es meter las narices en una insana demencia
tan sutilmente terrible
que huye hasta la misma cordura.
un pensamiento ufano de la silente forma
que eres tumbado.
de ese hoyo surge un eco dudoso
un brillante momento acaecido en la metáfora.
acompañando al viento
un trecho del camino.
me hablan de un tiempo otorgado
como el mío.
se ríen de mis esfuerzos y resistencias.
me resisto a moverme de donde estoy.
aquí me colocaron. y sangre reseca me impide mover mis pies.
en el principio, no era mía la sangre
llevo tiempo hiriéndome para derramar la propia.
temo que me arrastre el viento.
soy un hombre, pero las hojas son ironía rebasándome.
llegan donde quisiera ir.
pero ¿acaso no debo permanecer?
¿levantando con mis cenizas más aún mi lugar?
las de mis antecesores me llevan ventaja.
tengo piernas sanas y no puedo andar.
en las aceras del pasado
se encuentran las rutas.
esas que si lo son es porque las recorrieron.
si me esperan allá es porque soy alimento.
atajo por el callejón que más miedo da
no me equivoco en mi desvío
los gritos suenan cada vez más lejanos
quedan atrás junto a la tristeza.
considérate un gusano triunfal
abriendo el terreno.
recuerda al vago encarcelado
en una caja agujereada.
la presencia de una certeza
en la bocanada de humo.
el cuello del cisne es delicado
como las ganas de vivir de un suicida,
ocultas bajo los escombros,
donde no hay más que desconcierto.
el sacrificio de la cabeza del fósforo
nos dió el fuego.
¿cual es el precio
de todas las nuestras?
la basura impide ver el arte en las caras
una esquina puede albergar
una sucursal del infierno,
una oficina de reclutas sin alternativa.
y ronca muy fuerte.
en mi cabeza se agolpan formas de acallar
la molestia de tantos protestando.
la gravedad es una ley truncada.
si pago con mi vida y no renazco
el mundo es un abuso intolerable.
y el zen diría que lo útil…
es el vacío.
sin cambiar de opinión
mala compañera de aventuras
atañe comentarios de abandono
el vecindario se inmiscuye justamente en el caso.
es importante barrer esa acera
reimplantar el orden inmediatamente.
ese palo melenudo debe someterse a su labor.
un escándalo.
debe abandonar su inactividad
profusa y obscena.
la escoba es invitada a salir de la ciudad
las turbas le acompañan hasta la entrada
dejándola apoyada en el cartel que nombra el lugar
allí queda como escarnio
denominando la moral pulcra de sus habitantes.
es un bailar de cajas hasta la puerta.
un crujir de riñones
que sucumben bajo los kilos de inutilidad.
si el hombre tuviera que mover su casa consigo
sería un caracol.