que el útero marchito de malentendido se derrumbe


deshabitar la tristeza
dejar atrás las protestas del desánimo
abandonar los gritos a su suerte
encerrar el polvo en los libros viejos
apartar las manos de la cara
esquivar llamadas del pasado fúnebre
burlar el idilio con las palabras solamente terrenales

huir de las semillas satisfechas de raíces
arrancar de cuajo las que restan
agarradas y duras, habitantes de las alas
lastre de piedras y espinas
en platos a la mesa

cerrar la puerta con fuerza
que el ruido espante las estatuas
y que el útero marchito de malentendido
se derrumbe