de las manos de ese vedanta, enfermo optimista


con el veneno de los colores pisoteado
la difteria de la primavera junto a la puerta
la coincidencia, que jamás fue virtuosa
y la cabalística como filosofía

no me queda más remedio que conmover discusiones
arrasar con los retratos
practicarle una traqueotomía a lo que nos queda
para que pueda soportar el aceite hirviendo en la cara

así,
con la modesta sospecha,
con la supervivencia asegurada como las ratas,
podemos volver a beber un poco de aguardiente
de las manos de ese vedanta, enfermo optimista
que nos habita en las trincheras de la piel

las arrugas nos rodean, desde ellas disparamos